Antes me pesaban las palabras, decir algo sólo por decirlo era impensable, decir una grosería era querer decirla con toda su violencia y las palabras de afecto eran medidas y arrojadas cuidadosamente y con buen tino.
Y un día llegaron la retórica y la ironía, con toda su banda de tropos y todos sus viciosos excesos.
Carnaval del lenguaje.
martes, 22 de septiembre de 2009
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